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domingo, 21 de julio de 2024

El Genio Matemático

Había una vez un niño llamado Martín. Desde muy pequeño, Martín sentía una fascinación especial por los números y las ecuaciones. Mientras otros niños jugaban con muñecas o carritos, él pasaba horas resolviendo problemas matemáticos en su mente.

Un día, Martín le confesó a su mamá su gran sueño: quería ser profesor de matemáticas. Su mamá sonrió y le dijo: “Martín, si sigues así, serás un maestro excepcional”.

Martín se esforzó en la escuela. Aprendió sobre sumas, restas, multiplicaciones y divisiones. Pero su pasión iba más allá. Leía libros de matemáticas avanzadas y resolvía problemas que desafiaban a sus compañeros.

Un día, en la clase de geometría, la profesora Rosaura entró al aula. Era una mujer delgada, con el pelo recogido y una sonrisa cálida. Todos los niños la adoraban. Pero Martín la veía como algo más: una maga de las matemáticas.

La profesora Rosaura tenía un genio en su bolsillo invisible. Cuando había mucho ruido en clase, lo sacaba y daba un golpe en la pizarra. Todos se callaban al instante. También conseguía que todos fueran al patio juntitos, como si hubiera lanzado un hechizo.

En clase de dibujo, Martín observaba maravillado cómo la profesora Rosaura enseñaba a trazar el número tres y el cuatro. “La pinza… la pinza”, decía ella, y todos colocaban los dedos como si fueran a “espachurrar” un guisante. Los números salían perfectos.

Pero lo más increíble era cómo la profesora Rosaura lograba que los niños se llevaran bien. Hugo y Óscar, que solían pelearse, se olvidaban de sus diferencias cuando ella sacaba su otro genio del bolsillo. Los mandaba al rincón de pensar, y al final, volvían a jugar como amigos.

Martín aprendió mucho de la profesora Rosaura. Se convirtió en un maestro de matemáticas excepcional. Y cuando creció, recordó siempre su lección: la verdadera magia está en enseñar y hacer que los números cobren vida en el corazón de los niños.

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